miércoles, 18 de septiembre de 2013

Nostalgia de un cafre que se ha hecho mayor

Miles de datos, imágenes y personas conocidas en mi mente y por más que lo intento no consigo acordarme de el primer libro que realmente leí. Debo ser estúpido. Sí, no hay duda. Posiblemente el primer libro que leí sería algo parecido a esto:







Efectivamente, es el famoso Teo. Gracias a él toda una generación de niños nos divertíamos viendo como este simpático niño pelirrojo hacía cosas tan cotidianas como ir a la playa. He de decir que la mayoría de nosotros mirábamos más a los dibujos que a la narración en sí. No obstante, es un primer paso. Gracias a cuentos infantiles aprendíamos modales, a sentarnos en la mesa e incluso tratábamos de imitar a estos personajes. Por más que funcionase este método de aprendizaje y estímulo a la imaginación infantil seguíamos siendo unos "cafres".

El gran paso que se da en la niñez (a parte de romperte alguna extremidad haciendo el "cafre") para convertirte en uno de los "mayores" era pasar a leer libros sin ilustraciones. El primero de ellos que te disponías a leer (normalmente era tu madre la que te obligaba bajo amenaza de ser golpeado con una zapatilla u otro objeto arrojadizo/contundente similar) lo mirabas pensando: "Cuánta letra... Esto es un rollo. Con lo a gusto que estaba yo jugando al balón.". Entonces intentabas poner cara de gato abandonado y mirabas a tu madre buscando en su frío corazón matriarcal un rayo de compasión. Cuando se cruzaban ambas miradas comenzabas a visualizar la zapatilla y tomabas la sabia decisión de comenzar a leer el libro. Las primeras diez, quince, veinte páginas te resultaban algo pesadas, pero le acababas cogiendo "gustillo", casi tanto como a las patatas fritas. Sin comerlo ni beberlo, maduras poco a poco y te vas dando cuenta que tu imaginación puede perfilar mundos que ni siquiera el dibujante de Wally podría jamás crear. 

Leer comienza a no ser una obligación y pasa a ser una afición. Llegas a engancharte como un adicto, es casi como una droga (sustancia estupefaciente que si se enterase mi madre que pruebo me faltarían mundos imaginarios para correr con ella detrás blandiendo su mortífera zapatilla). Lo cierto es que la Lectura es la droga más adictiva, sana e inagotable que existe.



1 comentario:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar