jueves, 19 de septiembre de 2013

El mejor regalo de todos

Hablar de literatura no es algo que se hace todos los días y mucho menos algo que lo hace todo el mundo. Para mí sería algo cómodo y sencillo, que no implica ninguna complicación ni esfuerzo. Sería como hablar de mí misma.

Al principio empecé a leer para aprender bien francés, pero sobre todo, para dejar de hacer faltas de ortografía. Recuerdo cómo mi madre me daba vía libre para comprarme los libros que quisiese y cuantos gustase. Y así, por extraño que parezca me interesé por los clásicos de teatro, sobre todo por Molière.  A la edad de 13 años ya me había leído su obra completa y descubría las tragedias griegas de Sófocles.  Con el tiempo,  me he dado cuenta de que realmente no entendía esos libros, las críticas feroces a la sociedad y a la burguesía de Molière me sacaban alguna que otra carcajada, pero nada más. Para mí eran historias divertidas y diferentes, historias que sí, tenían un trasfondo, pero un trasfondo que se me escapaba de las manos.  Con el tiempo terminé leyendo un poco de todo, pero lo más importante es que finalmente entendí aquellas frases que un día me fueron indiferentes.

Los libros han llegado a representar una gran parte de mí misma y no son sólo un pasatiempo. Por extraño que parezca, recuerdo cuándo leí cada libro de mi estantería, por qué lo hice y cómo me hizo sentir. Para mí cada libro tiene un trasfondo sentimental y sería incapaz de venderlos, regalarlos o cualquier otra cosa. Supongo que dentro de unos años, cuando viva enterrada entre estanterías y baldas, ya no piense lo mismo, pero hasta entonces…

Vivir en otra ciudad, y fuera de casa implica entre otras cosas tener menos libros. Fue una verdadera tortura decidir qué afortunado se venía conmigo y cuál no. Al principio quise llevarme todos mis preferidos, luego me decidí por los que podría necesitar, y finalmente, tras muchos días sacando, organizando y seleccionando libros, sólo me llevé dos: Les Fleurs du Mal de Baudelaire y Las Metamorfosis de Ovidio. Pero para evitar llevarme más “caprichos” dejé en la parte trasera de las baldas los que pudiesen tentarme y los tapé por delante con otros menos atractivos.




¿Por qué un blog de libros y literatura? Porque es lo que nos gusta. Es lo que nos hace ser como somos, lo que nos motiva y nos anima. Lo que nos emociona.  Lo que nos hace olvidarnos de las cosas malas y nos transporta a otras realidades. Lo que nos enseña y nos sorprende. Porque es el mejor regalo que se puede esperar.

 Y porque sin libros mi maleta iría vacía los fines de semana.

Maialen Aparicio Fernández, lectora empedernida.

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